Cuando el pozo se agota
hay que dar tiempo al tiempo,
no escarbar en la arena,
esperar que la lluvia nos bendiga,
que fecunde la tierra
y que el agua redentora
nos inunde cuerpo, alma y memoria
hasta que el pozal retorne
al brocal de la historia
pletórico de vida y sentimiento
lágrimas, risas, zozobras.
Las corrientes del alma
discurren subterráneas y candentes
como ríos de lava,
emergen, explosionan y se ocultan
horadando la tierra,
Incendiando cuanto alcanzan con sus lenguas
espumosas y eternas
a la espera de hallar una fisura,
una falla, una grieta,
un cráter por donde arrasar tus ojos
con sus lágrimas ciegas.
No le cierres el paso
que discurran también a cielo abierto
hacia el mar del olvido
porque siempre estarán, incandescentes,
inundando el camino.