Pablo240

Soneto III

Serena y cándida la luz te envuelve,

apareces de pronto como el alba.

Olvidando el dolor que te estorbaba

surge tu alegría, y tu amor llueve.

 

Sangre candente de una tierra árida.

El viento, a tu alma, vistió de flor roja,

pasión llameante y fuego que se arroja

como un consuelo, sobre almas heridas.

 

Aquí entre la noche tu nombre no se esfuma,

nace, más bien, de tu nombre una estrella

que no deja que la angustia nos consuma.

 

A ti mujer, corazón que destella

el cariño que hace morir la bruma:

este es mi canto, que en ti quiere dejar su huella.