Hoy quiero festejar a una querida amiga
que sin desvío ha dejado huellas notorias,
en el largo recorrido de ambas historias,
con su dulzura y lealtad, siempre me abriga.
No podré recompensar su apoyo genuino
que por años he tenido en altos y bajos,
brindándome sabios y acertados consejos
para mí siempre apreciados que no arruino.
Es imprescindible agradecer su valioso apego
que acaricia con un gran abrazo mi nostalgia,
ofreciendo desahogo y consuelo como magia
en momentos cuando siento desasosiego.
Imposible me resulta abarcar todo en un verso
porque es tanto lo impecable de su decoro,
que aplaudo como la mejor medalla de oro,
en tiempos actuales en que mucho es perverso.
Me complace compartir este acontecimiento
por un nuevo peldaño de esperanza y vida,
que el Dios Bendito, nos permite concebida
con un desbordante y recíproco sentimiento.