Te admiro por tu fuerza
por tu soportar a tanto golpe
y salido airoso en mil batallas,
a veces, con tu soledad, tu solo brío
a veces ardiente,
en otras discriminador o frío.
En ocasiones te exigí que no lo hicieras
que tu empeño era
insostenible, improbable, imposible,
y pudiste contradecir y demostrar
mi equivocación o cobardía,
que lograste esposar algunos sueños
o que fuiste flechado
con dardos de espuma y pétalos
por ojos, sonrisas y colores;
y encadenado, venciste ufano,
y aunque sufriste-sufrimos los dos
continuaste en mi pecho, palpitante
¡admirablemente adelante!;
pero no me digas que jamás
te has gravemente equivocado,
eso te pasa, corazón, por necio.
Bolívar Delgado Arce