Al ritmo estridente de tus jadeos, de a poco me pierdo en la locura del camino que lleva al norte de tus pechos o al sur de tus caderas.
Del tiempo al tiempo en que mis sentidos encontraron un refugio en el exquisito espacio de tus muslos, viví divagando con tus mariposas intermitentes en la galería de tu vientre.
Sólo fuimos dos perros callejeros, jugando a ser lobos esteparios.
Devorando las lunas llenas o menguantes, al borde de un desierto de sábanas, envueltos entre sueños e ilusiones, fuego y bajas pasiones.
La petit mort al ritmo sincrónico de tus húmedos espasmos nocturnos.
Eternas lunas-.