Hay un reflejo en el cielo
que es un goce de alegría,
son tu silueta y la mía
en su bruno terciopelo.
Y en ese manto de estrellas
donde abrazados estamos,
en pasión nos incendiamos
viviendo cosas muy bellas.
Ya la noche se dormía
cuando te robaba un beso,
y en ese dulce embeleso
mi cuerpo se estremecía.
Mas por cuestiones de sino
fue mutando el firmamento
y sopló un extraño viento
para ese amor tan divino.
Y así concluyó esa historia
por designios del destino,
llevándote a otro camino
que hoy sólo está en mi memoria.
Jorge Horacio Richino
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