En las mañanas de frio,
Donde el cielo es blanco,
Quisiera atrapar los vapores
Matutinos del Dios Astro,
Y verterlos en la gruta
Húmeda y vital…-los charcos-,
Para sentir la calidez de la esperanza.
Y todo etéreo y tan vibrante,
Que la escarcha del amor
Seria impalpable, como sueños en las rocas,
En el silencio donde nunca pisa nadie,
En el caño, estuario pequeño de un arroyo,
Que en la mar vierte su pureza inquebrantable.
Como oro licuado , metal fino o plegaria
A la Luz en que se encuentran los amantes,
Y piden , eternos, un leve desayuno , después…
Y cada uno se pierde por un sentido distinto de la calle.
¿Es el amor la dicha cotidiana?,
Tal vez los brazos de Mercurio
O el alado placer de ver morir contigo
el almanaque.
Paco José González