Juré que jamás volvería al amor
y esa mañana de primavera en la montaña
cuando bajábamos de aquella oscura cueva
y me tendiste tu mano tibia y segura
y me perdí en el cielo de tus ojos
y me olvidé de todos mis sentenciosos juramentos
y me quebré de la emoción
y no supe si era valentía o estupidez
y ofrendé otra vez mi corazón
Supe que aunque sea una sonrisa
una sola para mí
otro día cualquiera
le iba a robar a tu boca
Entonces comprendí que amar es mi destino
y que bien vale la pena
por las mariposas en la panza
pasar por la adrenalina del miedo
porque a estas alturas de la vida
ambos sabemos que no existe la felicidad sin dolor.