El otoño ha hecho un hueco
con el paso de los días.
Ha llegado por sorpresa
como quien dobla la esquina.
¡Esas, que fueron frondosas,
ahora son ramas vacías!,
antesala inevitable
de un paisaje exento en vida.
Ha impuesto tardes cortas
llenas de melancolía,
de anhelos y de tristeza
de vientos y noches frías.
¡Cómo esta estación del año
que deja ramas vacías,
también, a mi ha llegado,
el Otoño de la vida!.
Había vivido años
en una estación divina:
un palacio azul por cielo,
una energía infinita,
siempre flor y en primavera
con esencia a lozanía,
a pubertad, a juventud,
a frescura, a gallardía,
al arrullo del amor
santo y seña, luz y día.
Son casi seis décadas,
¡por favor!, ¿quién lo diría?,
son vestigios de un ayer.
¡Y han pasado tantos días!.
¡El Otoño, entonces lejos,
“no lugar”…, utopía.!
Sin embargo, ha llegado
con el correr de los días,
sin un aviso previo,
sin un manual, sin guía.
Mi frente fue desnudando,
mis cabellos plata hilan,
el largo tiempo y rigor
en mi tez hendió su ira,
mi pulso pierde firmeza,
cansada tengo la vista,
y para colmo de males
tengo el alma dolorida,
por amigos que han marchado y
vacíos en la familia,
que no verán ya más color
que la oscura noche fría.
¿Dónde estás tú, primavera?
¡juventud siempre querida!
¿Dónde están tus rosas rojas
cuya esencia esparcías?
¿Dónde están mis esperanzas?
y, ¿los sueños que tenía?
Algunos, yo he cumplido,
para otros, me falta vida
o, tal vez, me faltan fuerzas
que este Otoño aniquila.
¡Ahora, llegó el Otoño!,
el Otoño de mi vida.
Lo afrontaré con entereza
y alguna aptitud perdida;
con ilusión y esperanza
junto al amor de mi vida,
-siempre un apoyo constate
y acobijo en noches frías-.
¡Sueños de luz, sosegados…!,
¡otro espíritu, otras miras!,
disfrutando de la luna
que en otoño también brilla.
De unas hojas color ocre
que al viento danzan y vibran,
a sabiendas que ese son
es verdugo y homicida.
De violetas que al jardín
le han devuelto la alegría
con iononas de su flor
y madera de poesía.
De un arrebol, que a cielo
y nubes deja teñidas,
en rojo bermejo intenso,
trocando su gris ceniza.
De los niños en los parques,
de los juegos y sus risas,
aseverando que el otoño
también rezuma en vida.
Cada año tiene otoño,
un Otoño hay en la vida,
transición inevitable
al invierno que le siga,
como estación del año, o,
hasta la oscura noche fría.
Fdo.: Rafael Huertes Lacalle
20 de Noviembre de 2.021