Rafael Huertes Lacalle

EL OTOÑO DE MI VIDA

 

 

El otoño ha hecho un hueco

con el paso de los días.

Ha llegado por sorpresa

como quien dobla la esquina.

¡Esas, que fueron frondosas,

ahora son ramas vacías!,

antesala inevitable

de un paisaje exento en vida.

Ha impuesto tardes cortas

llenas de melancolía,

de anhelos y de tristeza

de vientos y noches frías.

¡Cómo esta estación del año

que deja ramas vacías,

también, a mi ha llegado,

el Otoño de la vida!.

 

Había vivido años

en una estación divina:

un palacio azul por cielo,

una energía infinita,

siempre flor y en primavera

con esencia a lozanía,

a pubertad, a juventud,

a frescura, a gallardía,

al arrullo del amor

santo y seña, luz y día.

 

Son casi seis décadas,

¡por favor!, ¿quién lo diría?,

son vestigios de un ayer.

¡Y han pasado tantos días!.

¡El Otoño, entonces lejos,

 “no lugar”…, utopía.!

Sin embargo, ha llegado

con el correr de los días,

sin un aviso previo,

sin un manual, sin guía.

Mi frente fue desnudando,

mis cabellos plata hilan,

el largo tiempo y rigor

en mi tez hendió su ira,

mi pulso pierde firmeza,

cansada tengo la vista,

y para colmo de males

tengo el alma dolorida,

por amigos que han marchado y

vacíos en la familia,

que no verán  ya más color

que la oscura noche fría.

 

¿Dónde estás tú, primavera?

¡juventud siempre querida!

¿Dónde están tus rosas rojas

cuya esencia esparcías?

¿Dónde están mis esperanzas?

y, ¿los sueños que tenía?

Algunos, yo he cumplido,

para otros, me falta vida

o, tal vez, me faltan fuerzas

que este Otoño aniquila.

 

¡Ahora, llegó el Otoño!,

el Otoño de mi vida.

Lo afrontaré con entereza

y alguna aptitud perdida;

con ilusión y esperanza

junto al amor de mi vida,

-siempre un apoyo constate

y acobijo en noches frías-.

¡Sueños de luz, sosegados…!,

¡otro espíritu, otras miras!,

disfrutando de la luna

que en otoño también brilla.

De unas hojas color ocre

que al viento danzan y vibran,

a sabiendas que ese son

es verdugo y homicida.

De violetas que al jardín

le han devuelto la alegría

con iononas de su flor

y madera de poesía.

De un arrebol, que a cielo

y nubes deja teñidas,

en rojo bermejo intenso,

trocando su gris ceniza.

De los niños en los parques,

de los juegos y sus risas,

aseverando que el otoño

también rezuma en vida.

 

Cada año tiene otoño,

un Otoño hay en la vida,

transición inevitable

al invierno que le siga,

como estación del año, o,

 hasta la oscura noche fría.

 

                                                            Fdo.: Rafael Huertes Lacalle

                                                                      20 de Noviembre de 2.021