ale_dieminger

Aquel árbol erguido

En lo alto de aquel cerro

se encontraba el árbol

que señalaba la casa de mis tíos,

desde niña mis vacaciones

eran pasar el tiempo allí

con mis primos.

Tal vez era la brisa

o el aire de aquel sitio

que lo hacia especial y único

encendiendo a mil todos mis sentidos.

Y era solo llegar, pisar allí,

para causar en mi una gran sensación de alivio

y aquella cama en aquel rincón

donde sumergía  mis sueños

en un placentero viaje hacia el infinito. 

Y eran sus ojos, los de mi tía

que esperaba encontrar en aquel sitio

llamándola abuela como la nombraban todos

siendo parte de su vida 

y parte de la vida de aquel sitio.

Y era despertar y salir al patio

ver  lo alto de la copa de aquel árbol

para sentir  al cielo, la casa y  uno mismo tan pequeñito.

Ver a Dios de tan cerca

que el alma desbordaba  pasión 

por ser uno mismo.

La Abuela, sus manos suaves

su voz tan cálida y serena

convirtiendo en plegaria

cada palabra que expresa.

Y ofrecérseme el  Edén no fue suficiente,

en la pubertad no volví a pisar ese sitio.

Comencé la vida, buscando mi camino

y en mi primer fracaso

regrese herida como por instinto.

Para buscar mis raíces,

para encontrarme a mi misma,

por que allí deje mis años en los que no tuve dudas.

Y allí estaba ella, aquel árbol, aquella brisa

y descanse mis pesares en aquella cama

de aquel rincón en la habitación de mi tía.

Desahogue mis penas, mi corazón herido,

repuse mis fuerzas y seguí mi camino.

De cuando en cuando vuelvo

y algunas personas se han ido,

no esta el tío Evaldo, el abuelo, mi tío.

Ahora comienzo a formar mi familia,

ya tengo un hijo y el también conoce

la casa del cerro donde viven mis tíos.

Y son los ojos, los de mi tía

que me reciben hoy con una bella sonrisa,

y duele pensar que no será eterno

que el tiempo transcurre y perdurará

lo que guarden mis  recuerdos

Es inmenso lo grabado aquí, en mi alma, en mi seno

y es tan hermoso, tan bello

que espero transmitirlo

como nos transmiten los ancestros.

Es un amor  tan puro y sereno

como aquella brisa que me acercaba al cielo

y sentir a Dios tan cerca como poder abrazarlo

y descansar a sus pies, sobre sus piernas.

Y era tan solo una niña que jugaba en tu pieza,

que corría en el patio respirando el aire de tu tierra. 

Y era tan solo una niña

que se sentía tu nieta y que guarda hoy esas imágenes tan bellas.

Gracias, muchas gracias Abuela

por que en la simpleza de esos tiempos

descubrí la felicidad, la paz del alma

y la grandeza de Dios que nos nutre, nos alimenta.