En valoración de lo positivo que tengas,
en no rumiar tantas arcadas,
en no menospreciar tus propias maravillas,
pasan el tiempo algunas personas.
Otras lo pasan en envidiar sus carencias,
personales, físicas y económicas,
en obsesionarse con viejas afrentas,
y en buscar legítimas personales injusticias.
Yo tiendo a la primera opción,
a buscar nuevos caminos de no rendición,
a mirar de soslayo mi fatídica perdición,
y hacer caso más a la razón que al corazón.
Eso no quita que como imperfectos seres humanos,
a veces justificadamente caigamos en oscuros precipios,
pero incluso los precipios tienen grietas y erosiones,
bien usados y meditados pueden ser pequeños escalones.