Cuando pronuncio tu mágico nombre,
mi voz se expresa con cierta ternura,
y otra voz angelical me responde,
¡María! Con una clara dulzura.
Ya no diferencio entre ti, y tu nombre,
porque a tu nombre lo embelleces tú,
vuestra fusión en el cielo se esconde,
entre nubes, como la blanca luz.
La elegida en hebreo, te han llamado,
las religiones te ha divinizado,
y la Biblia te contempla en sus salmos.
Quien esparce tu nombre por el mundo,
es valiente, segura con su rumbo,
y su vida, está completa de halagos.
José Antonio Artés