Acabas de asesinar una flor blanca,
la orquídea más delicada de tu alma,
al denigrar el corazón que me arrancas
en la primeriza clara luz del alba.
Quisiera escaparme de mi enfermo cuerpo
por la grandiosa tristeza que me causa,
dormiría en las nubes a cielo abierto
otorgándo a mi vida una larga pausa.
¿Donde voy a esparcir todo el amor nuestro,
que viajó en un carrusel tan fraudulento,
movido por un romántico siniestro
de esa luna de miel que cortó mi aliento?
Quisiera liberarlo de su alambique,
de ese mal encierro que tanto padece,
para que su desgracia se purifique,
y beba otra persona si lo merece.
José Antonio Artés