Hoy es uno de esos días
en los que un papel cualquiera
y un lápiz o un bolígrafo
desatan de su celda
al alma que se duerme
en nuestra cabecera,
al espontáneo genio
de voluntades dúctiles
que en cada rinconcito
de nuestra mente espera.
Un lápiz y sus trazos,
una hoja impensada
que nunca halla destino
me salva hoy porque basta
para crear las hebras
del mundo que se teje
con tinta ultra ligera
y crece hasta la orilla,
anchísima y fecunda,
de la locura lúcida.
¡ah, qué insania espléndida
es esta vida etérea!