Recuerdo que logré verte aquel día
que andabas por la calle despistada;
me acerqué para ver si conocía,
a esa hermosa mujer tan agraciada.
Diste la vuelta inquieta y desconfiada
para ver quien a tanto se atrevía,
llegándome a pedir muy enojada;
la razón y el porqué de mi osadía.
Quise hablar, mas mi voz se quedó fría
al quedarse por ti tan hechizada.
Tu boca preguntó sin decir nada;
¿por qué sin conocerte te quería?
Volví en vista cansado de repente
siendo visto en tus ojos de lucero;
me ayudaste a reír en tu inconsciente
desviando en tus entrañas un te quiero.
No supe de sorpresa tu poniente
que milifluo fue inefable y primero.
Le diste a mi esperanza lo sincero
para limerencia harta de mi mente.
Fue serendipia alto y perecedero
al decir etéreo mi presente:
solo afirmo lo tanto que te espero
al ser muy efímero y tan latente.
Yo soy aquel mi amor, yo soy aquel
que siguió en tus pasos lo más visible;
yo soy aquel espantoso y temible
que lograste ayudarle a flor de piel.
Tanto que sigo sin ti y comestible,
no me pasa el tenerte en mi papel,
pero vi que me piensas y terrible
en sueños que mantengo en el cuartel.
Te quiero vida mía inmarcesible
como única doncella de laurel;
todo es tierno, es afable y tan sensible:
hoy digo tan loable tu babel.
Samuel Dixon [27/11/2021]