Parado sobre las rocas
contemplaba el ancho mar,
y rememoraba historias
vividas años atrás.
Y con el alma en zozobra
evocando duros tiempos,
se estrujaba mi memoria
al resurgir tu recuerdo.
Te abatiste en el vacío
que gestó el propio naufragio,
y se escurrieron tus manos
que se asían a mi brazo.
Nunca entenderé la causa
de no haberme ido contigo,
como no he de perdonarme
el albur de seguir vivo.
Y a menudo que te extraño
me acerco hacia este lugar,
para volver a encontrarte
en frescas chispas de sal.
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Jorge Horacio Richino
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