Dale cuerda
a la velocidad solitaria
del fuego
que atraviesa tinieblas,
terciopelo asesino
de las ausencias visitadas.
La frente ruge de olvido,
mientras el viento rasga
los órganos del temblor
con el sucio vidrio del aire,
temple de la hoja que cae
colgado de tu aliento.
El espejo se relame
marchitando brújulas,
como clepsidra atronadora
en las playas del relámpago,
son mártir
de la tempestad ahorcada
en el vuelo de los pájaros.