Será, que llegó ya el triste
Otoño, y de su capa
silba ya intenso el viento.
¡Ya! en torno al árbol canta,
y en giro sobre la copa
con sus acordes arranca
las gualdas y secas hojas
antes verdes de sus ramas,
que las hacían frondosas
y tan felices vibraban
con la dulce brisa estival
en noches de luna blanca.
En este silbar del viento
cuando las noches se alargan,
sobre parque y tierra esparce
hojas ocres y hojas gualdas,
tapizando todo el suelo
a la par que inunda el alma
en tedioso desaliento,
tristeza y añoranza,
que nos trae la tenue luz
de estos días que se apagan.
Desgarradas nubes grises
cubren la atmósfera azulada.
Estremece el ancho cielo
por gotas de agua perlada
que mojan el frío viento,
calan hondo hasta el alma,
alejan el pensamiento y
deja absorta la mirada,
perdida entre los recuerdos,
a través de una ventana,
anhelando días de sol;
de mar, de arena, de playa...,
de canciones pasajeras
que las olas recitaban
a la suave brisa del mar
en noches de luna clara.
Ahora, ahondo mi pena
en esta tarde cerrada,
con una estación sin vida;
vientos desnudando ramas,
rosas sin pétalos rojos,
blancas rosas deshojadas,
niebla densa en el corazón y
lágrimas desconsoladas.
¡Perdón!, por sentir hoy pena.
Por mi alma lacerada,
mi resignada tristeza...
por trazarla y pregonarla.
¡Será este triste Otoño
o este virus que nos mata!.
Córdoba 20 de Octubre 2.020