Escribí un verso tan bello, Pero tan bello…
Que se creyó flor.
Alardeé tanto. Que todo el mundo lo cortejó.
...Por tantas, tantas, caricias. Se marchitó.
Lo amé con su marchita, fealdad.
Y de nuevo, para mí, fue bello.
Pero la gente lo despreció.
Tuve pena, y lo abandoné.
Varios días después, lo busqué.
Pero ya no estaba.
Solo el seco polvo de sus marchitos pétalos.
Entonces fui la persona más miserable del mundo.
Desde ahí, escribo cosas feas.
Para no vanagloriarme.
Y aprender, a valorar la vida.