Raiza N. Jiménez E.

Las palabras aman.-

Nunca hablabas de amor con tus labios y tus ojos gritaban.

Mi cuerpo escrutador se acercaba al Sol para escucharte.

Nada decían tus taciturnos labios y en silencio me gritaban.

Intentaba ignorar tantas interrogantes y todo era en vano.

Mi corazón fatigado lucha por llamar al sosiego y no llega.

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¡Nada puede calmar la algarabía de mi sangre a tu paso!

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Tu cuerpo fiel declarante de lo no dicho, parecía ignorar todo.

Zozobras mustias, añejas profecías se acopiaban en tus labios.

Recia lucha la de tus palabras y las mías por apagar los fuegos

Inutilidades son los intentos que falsean los sentires genuinos.

No son las palabras, no, también, son los ardores encendidos.

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¡La ansiedad lucha y se abre paso a la razón y esta no responde!

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Todas las preguntas acuden en tropeles silentes velando el ruido.

Nadie ha de sacudir al paso de los arrebatos y nos vemos de lejos.

Aun así, mi alma roza la tuya y la tuya constriñe la mía, con avidez.

Mágico encanto es el deseo entusiasta que mantiene la llama viva.

Castas parecen las sedosas caricias silentes, pero no, ellas queman.

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¡La casta intención de las miradas desnuda a las almas honestas!

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Rarezas del amor dicen los que son obvios, al exhibir sus desnudos.

Lo íntimo de la rudeza se hace visible y deja sus improntas de amor.

Nadie sabe nada, pero todos miran aspirando saber de qué se trata.

Respuestas ciertas no existen y la verdad se cuela en la piel erizada.

Miradas ligeras que traspasan las murallas del silencio escandalizan.

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¡El te amo, se desliza entre las manos inquietas que exudan pasión!

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Al final, un todo ardoroso e irresistible avanza al encuentro y es sí.

La mudez se hace luz y los matizados fulgores del deseo se juntan.

Ahora no hay sigilo y las pupilas abrillantadas superan tal distancia.

Las miradas nada fugaces se solazan en las intimidades del sentir.

Armonías del sentir, del deseo y del mirar se ciñen en la distancia.

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¡No hay palabras en el abrazo y un libro de versos al cielo ha ido!