De todos los encantos que lleva su hermosura;
me encanta su sonrisa, me atrae su dulzura.
Jamás en mi existencia miré tanta belleza,
bordada en lentejuelas, con gran delicadeza;
con ese porte altivo, que es signo de pureza,
que tiene de una virgen su mística entereza.
Mirarme en su mirada, me lleva al infinito,
con esas sus pupilas, que son de amor un grito.
¡Me encanta su sonrisa, me atrae su dulzura,
que tiene de una virgen su mística entereza,
con esas sus pupilas, que son de amor un grito.
Su piel es tan sedosa, tan llena de frescura,
¡igual que la amapola, tan límpida y tan pura!
Su cuerpo bien formado, de Dios es gran proeza;
pues cada movimiento refleja su grandeza;
y llena de misterio, con suave sutileza,
su rostro tan perfecto, demuestra su nobleza.
De noche en gran silencio, su nombre yo repito,
y amándola fogoso, su amor lo necesito.
¡Igual que la amapola, tan límpida, tan pura,
su rostro tan perfecto demuestra su nobleza,
y amándola fogoso, su amor lo necesito!
Autor: Aníbal Rodríguez.