no fui tuyo, y tu no eras mía; sin embargo,
fuiste parte de mi mundo, aunque tu no lo sabias.
eramos solamente dos desconocidos,
avecillas errantes que vagaban sin rumbo fijo.
era diferente a ti, y tu tan distinta a mi;
no obstante, teníamos algo en común:
el creernos dueños de todo, aunque nada nos pertenecía.
yo fui dueño de tus pensamientos, y tu, de mis suspiros,
y en el candor de una rosa dormían la cordura y el delirio
de nuestros indómitos corazones.
no te pertenecia, ni tu a mi;
pero en el enigma sagrado del amor
eramos una gota de rocio en el petalo de una flor.