Rafael Huertes Lacalle

AL VERANO

 
Como la flor del camino 
que vivirá poco rato 
son los días del estío, 
es la estación del verano.

 
¡Llamadme loco…, decidlo! 
sería un tonto el negarlo, 
me pierde a mi este momento, 
este instante del año.

 
A mi memoria latente 
trae los tiempos pasados 
y los que son tan hermosos 
que nunca podré olvidarlos. 
¡Esos recuerdos eternos, 
vividos sin prisa, agradando!. 
Días plenos de cielo azul, 
gasa ondulada en los campos 
con la calina que asfixia 
y amarillea los pastos. 
Entre las ramas del árbol 
frutos dulces madurados; 
y entre ellas, allí arriba, 
ese inmenso sol dorado, 
que hace bruñir la espiga 
del trigo recién cortado. 
Y en las tardes, paisaje grana, 
un ocaso empurpurado 
que se desliza y resbala 
en el horizonte lejano. 
Y entre aquellas mimas ramas, 
en las noches de verano, 
se ve todo un universo 
con luz de estrellas cargado; 
la luna gira en el cielo y 
candentes brillan los astros. 
Hermosura tibia de olas; 
la arena…, el mar calmado; 
una boca y otra boca 
que se juntan muy despacio 
coronando en el sin fin 
de unos besos abrasados, 
a la lumbre de los labios 
que ya se buscan con descaro, 
con deseo y pasión 
y un sudor derramado 
entre dos cuerpos que al amor 
se fundieron abrazados.

Prestigiosa primavera, 
para mí, gana el verano: 
tu eres bella y propones, 
eres el beso soñado, 
el naranjo en flor de azahar, 
el gran amor idolatrado. 
El verano, sin embargo 
es ya el fruto madurado, 
el cuerpo pulido y terso, 
es el beso ya besado, 
es pura llama de fuego, 
es el amor consumado.

Mas posee una debilidad, 
tiene sus días contados. 
¡Como cualquier estación, 
lo sé, estoy escribiendo en vano!, 
pero me pierde este momento, 
este instante del año: 
¡Luz, claridad, llama…, vida! 
¡Fulgor, pasión…, el puto amo! 

 

                          Rafael Huertes Lacalle
            23-06-2.021