Quiero contarte un cuento, querida mía,
un cuento que recuerdes toda tu vida
sobre tiempos pasados, tiempos felices
cuando sobraban horas, no había grises.
Escucha este relato que poco a poco
recorrerá caminos, días remotos,
de la infancia lejana, y la inocencia
cuando no había cargas en la conciencia.
Era una vez un pueblo, pueblo de sueños
sus casas de colores con jardines pequeños
callejuelas estrechas que morían en la plaza
donde iglesia y glorieta eran centro del alma.
Amanecer despacio sobre la acera
aroma a pan horneado, café y quimeras,
añoranza bordeando por las esquinas
palomas despuntando tras blusas finas.
Perfume de violeta en los cabellos
volando con el viento libre, sin dueño,
los labios entreabiertos en un suspiro
jugando a enamorarse, juego de niños.
La ternura en los ojos, aun sin malicia
timidez en las manos, fugaz caricia
piel que estrena el temblor del primer beso
debutando el deseo, ¿Qué cosa es eso?
Así mirar las hojas de aquel cuaderno
que guarda corazones, versos, recuerdos
esa vieja fragancia a rosas muertas
que arrastran el sentir hasta otras puertas.
Quiero contarte el cuento de aquella niña
de mirada lejana, dulce sonrisa
fantasía exuberante, corazón tierno
que eligió el horizonte, vivir sin dueño.
Puso alas a su alma, trazo el camino
que le llevo a otras tierras, sería el destino
tan duros calendarios le consumieron
forjaron su carácter, vivió sin miedo.
Hoy te dice esta historia, quedo, bajito
justo junto al oído, claro y preciso
para que nunca olvides que no hay camino,
que se hace al andar, paso a pasito.