Ya atado por circunstancias,
a bajarte continuamente los pantalones,
ante gentes que preferirías incluso
ahorcar, no te moleste pues, aflojar
un poco el cinturón, malgastando
el poco dinero que tienes
en libros; banales o no, qué importancia
tiene.
Te han acompañado toda la vida,
y no es cosa secreta, que todavía
lo hacen; así pues, rescata del olvido
esa antigua ternura, como último recurso
para amar tu pérfido existir.
Míralos de frente, con tu propia frente
sudorosa, imaginando ya en ellos, lo que
pronostican sus páginas dobladas y manchadas
por el sutil paso del tiempo: la poesía de todo
esto se nutre, no lo olvides.
De esto y de aquello, se alimenta la poesía,
que no ya la vida; la vida sus vericuetos
encuentra para desarrollarse y dejar laminados
cuerpo y alma; en cambio, los libros, prestan
raudos a tu fantasía un sabor extraño que te
gustaría para la eternidad se repitiese.
Gusto a mar, a salitre, a aventura;
así es en los libros, donde hallas, quizás,
un amor, que nunca encontraste en vida.
Poco importe entonces, ante un libro abierto,
la desesperanza que te causan tus patriotas semejantes.
Aún puede durar el amor, en una página
mal lograda-.
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