Cuando la noche blindada de bruma
me aleja de tu recuerdo,
enciendo la mecha de la implosión
y atento contra mis cartílagos
desde una calculada premeditación.
Si hoy no llegué a tiempo
a los preparativos de nuestro atardecer,
no fue por falta de madrugar;
mis ganas corrían tanto hacia tus contornos,
que rompieron la barrera del sonido
y el trueno me dejó desorientado.
Esta madrugada no me desvelo
lejos de ti por gusto, lo que ocurre
es que no tengo otro cenagal
mejor con el que soñar
como las algas de tu ausencia
me engrilletan los tobillos,
impidiéndome reptar hasta tus hechuras,
y atento contra la mañana
lejos de tu despertar y contra
la llegada del frío sin noticias tuyas.