Nadia ALMAZÁN - OFICIAL

El problema comenzó

La fragilidad

no coincide con mi cuerpo,

ni el aspecto de la joven que se añeja.

Madura

en quemaduras

y lagrimillas derramadas

que secan en la tierra porosa

donde nace tu imagen,

exactamente la de tu cara,

la de tus hombros,

la de la asesina sonrisa

que cual ruleta rusa

me regala alientos de tranquilidad

y me dispara.

Y me disipo en tu mirada penetrante

que no me intimida,

y me habla en 7 idiomas diferentes,

razón por la cual

2 horas y media

se comunicaban tus ojos

con los míos

desnudos

y no hacían más que el viento

parpadeante que enfriaba

nuestros cuerpos calientes,

ardientes,

apasionados

y mentirosos.

 

No creía tener palabras

o no quería tenerlas,

y de ser carne entre mis dientes

te hiciste un capítulo

m á s . . .

 

Me hiciste recordar

la primera vez que tuve miedo.

Aventarme de la resbaladilla morada de la cuadra,

y en este cubo gris,

donde el gran lunar morado de tu espalda

me regaló una sonrisa

y me invitó a arrojarme

sin paracaídas

con prisa,

deseando eternidad.

 

Todo fue tan etéreo

que no supe más que

del incendio que hicimos de la cama

y tus manos en mis nalgas,

el temido \'te quiero\'

o la ansia de

querer

querernos.

 

La verdad,

la verdad es que,

la verdad.

La verdad, nadie la conoce.

 

No supe si decir o callar.

Nadie me imagina frágil.

Y que me vuelvo inmensamente vulnerable

cuando tu respiración se coloca en la misma sala.

 

Ahora sustituyo tu pecho hermético

con el frío pavimento y miro

desde aquí

la puerta.

 

Un pasillo de ebriedad.

Una calle a deshoras

y nuestros labios

que fueron testigos

de lo desbordantes

de lo que fuimos

o éramos.

 

Y tal vez nunca escuches

de nuevo

el gemido que entonaba un Fa

o la percusión de mi pelvis en tu pubis,

el jazz indescifrable

de tu tierno ronquido;

que no me pertenece,

y tal vez,

nunca.

 

El problema comenzó

cuando escribí tu nombre

en mi cuaderno.