Ben-.

Pasó el tiempo-.

Aunque no ames tu tierra ni a sus gentes,

sin embargo, varios recuerdos serán parte

de ti, toda tu vida, lo que dure ésta. Serán

recuerdos hermosos, en parte, otros no tanto:

el sol, durante los días espléndidos de septiembre,

la lluvia, frágil ante un ventanal inmenso que daba

siempre a la calle, las nubes, siempre poderosas,

en lo alto de las cimas, y tu cabeza de niño honrando

sus profecías y vaticinios.

Llovió mucho desde estos intervalos,

y, aunque no rueden ya las piedras por el lecho

de los ríos, ni se escuchen muchas voces,

pasar por sus orillas, las alegres noches estivales

perfuman aún tus ocasionales encuentros, con

viejas y perdidas amistades.

Los encuentras altivos, casi majestuosos, desde

sus reticentes ojos aviesos, que te observan

como a un caído en desgracia; mas no importa

que te saquen en sus retratos habituales; máscara

de cien puertos, qué puede, de ellos interesarte?

No, no será ésta la parte que más recuerdes o añores;

sino aquella otra, la fúlgida y reluctante, inexorable,

en cuyo seno, palpita todavía el fluir oscuro del tiempo-.

 

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