Alberto Diago

¡No me digas... no! ¡No me digas... sí!

¡No me digas. . . no!,

porque me mientes.

¡No me digas. . . sí!,

pues te arrepientes.

Tan solo déjame. . . 

soñar un poco,

iluminar mi luna

con tu sol de oro,

y anclar mi barca

en tu paraíso.

 

¡Y soñar despierto. . .

que te estoy amando.

Y dormir pensando. . .

que no estoy soñando!

 

xE.C.