Me desperté temprano y pensé en ti.
Te busqué entre mis sábanas y no te encontré.
Sin embargo, percibí tu presencia y un deseo infinito me invadió.
Mis labios saborearon la dulzura de tus labios. ¡Oh, mi dios!
Me recorrías el cuerpo palmo a palmo con pausado y ardiente frenesí.
Sentí en mis senos tu presencia y todo en mí se estremeció.
Por mis muslos deslizaste tus caricias y el cuerpo jadeante se curvó.
De pronto, te enroscabas a mis piernas y buscabas desafiante mi mundo interior.
Sentí que la lava de mi volcán fluía caliente y agresiva al exterior.
Entre mis dedos estaba la evidencia, la humedad entre mis piernas, así lo confirmó.