En este cofre rojo que es mi corazón,
guardo yo muchos, muchos secretos.
No conozco un joyero más discreto.
Él ha guardado los versos de mi pasión.
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Temo, algunas veces, que me reclame.
He puesto en él tantos, tantos, secretos,
que quizás, un día su libertad proclame.
Señor, te he puesto en tantos aprietos.
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Callado se pliega a mis líricos ensueños.
He sentido sus fuerte latidos de auxilio.
No he decidido aún señalarle un dueño.
Quizás, solo quizás, me pedirá el exilio.
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He querido apagar los fuegos con virtud,
pero en el intento la llama se desborda.
No podría, sin su amor, vivir en rectitud.
Si no lo siento, mi pasión se hace sorda.
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Canto y mi corazón de dolor desfallece;
sus débiles latidos entristecen mi sentir.
Mi espíritu contrito de él se compadece.
Finjo, pero el amor no se puede mentir.
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¡Fiel compañero ha sido mi tierno corazón,
ninguna pasión, ha eclipsado en él, la razón!