Yo, desde que te fuiste, estoy desequilibrado,
algo me falta íntimamente, un sostén, un apoyo, una razón.
Cada vez que pienso sobre mí absurda vida,
me queda la convicción de que, más allá
de todo amor y toda poesía, tu me eres necesaria
para vivir pero a la vez me eres ajena,
eres indispensable como un órgano en mi cuerpo,
como mis pulmones o como mi corazón.
Me bebí todo mi dinero, sabía a una amarga soledad.
Con cada sorbo pienso en tus besos.
Cada grado de alcohol sabe como estar deseándote a todas horas.
Yo no sé cómo estoy de pie si me embriago tanto de tu recuerdo.
Es injusto que estés lejos.
He intentado conocer a alguien más.
No hay en estos días una alegría íntima,
Un goce perdurable, nada espontáneo,
genuino, algo que germine como una luz.
Todo es nada, entretenimiento estándar,
eslabones, relaciones sin sentido.
Te has ido y tengo que estar ebrio.
Todo el tiempo: tarde, día y noche.
Para echarte fuera de mi mente,
para borrar tu imagen de mi memoria,
para tratar de asimilar que te fuiste para jamás volver.
Paso las noches perdido en un letargo.
Tengo esta habitual recaída por tu ausencia,
por los besos que no te dí, por no abrazarte por más tiempo.
Heme aquí en estado de ebriedad a todas horas
para ahogar la añoranza y la pena,
para olvidar que te extraño mucho.
Voy cuesta abajo y tu no estas aquí,
para atenuar el dolor, y aliviar el pesar.
Anhelo sanarme de ti, me medico;
olvidarte y el estar ebrio para no pensarte.
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