Dejémonos de más trabas, ya que el amor se hace con algo más que con solo palabras. Si usted comprendiera la situación en que se encuentra mi teclado en estos momentos, quizá su voluntad superaría la resistencia del viento y los kilómetros para terminar dejándose caer en el vacío que inunda mi cama, acabando con la fría soledad que mora ahí incluso durante este verano que se acerca. Pero también me he de poner en el contexto que nos brindan esos kilómetros, quizá necesarios para una relación a distancia, ya que usted está allá, tras su propio teclado sintiendo la frialdad de su pantalla, mientras yo aquí la desnudo con mis dedos e intento hacerle el amor con ellos. Intento con mis versos recorrer su piel como si fueran mis labios enloquecidos con esa locura que siempre nos prometemos a través de los mares que nos separan. A lo mejor esa sea la nueva forma de hacer poesía en este tiempo. Así descubrimos que las palabras cuando se dicen desde el corazón, tienen esa fórmula mágica que siempre suele nublar las mentes de los desesperados, mentes como la mía por usted, que sueña con verla desnuda en mi cama prometiéndonos ese placer que no cabe en una pantalla aparentemente muerta hasta ese momento, cuando es inundada por nuestras rimas. Supiera así usted cómo cambia la distancia al amor. Es como si nuestras almas volaran derrotando esos kilómetros; se unieran en rimas en un nuevo verso escrito por los dos a cierta distancia media de nuestro cuerpo de origen, distancia en la que parecen encontrar la forma exacta de cómo se hace el amor en ausencia del tacto que siempre estaba presente en relaciones pasadas. Quizá así sea esta nueva alegoría de sentimientos que se nos desbordan por los dedos. Así me la imagino yo, con mi alma, abandonándome a su encuentro, con la promesa de buscar esa nueva forma de hacer poesía, con ese nuevo tacto más allá de lo físico, prometiéndonos incluso hasta lo imposible para hacer realidad una relación prometida en un teclado, en donde yo le prometía hacerle el amor; y usted, me hacía la vida.