José Esteban Chávarro Cuéllar.

NUESTRO BANQUILLO.

NUESTRO BANQUILLO.

Es tan placentero sentarse en un banquillo,

apuntar hacia el oriente en las mañanas

con la vista entorpecida todavía.

 

Los labios besados por el café de entonces,

la escucha cautivada por el coclí contento

y la infinita radio que canta medio ronca

los cinco centavitos del ruiseñor aquel

que sueña con comprarse la felicidad,

y hasta el incesante (volver) de Gardelito

bajo el cielo de estrellas de Miguel.

 

Es bonito sentarse en un banquillo

y sentirse rodeado del recuerdo,

mirar a nuestra flecha de cupido

en ese oriental renacimiento.

 

El tinto de la abuela que bendice

con su vapor y aroma placentero

al arduo devenir del campesino

que labra la tierra con empeño,

y siembra en los surcos del destino,

semillas del árbol de los sueños.

 

es un privilegio arribar al caluroso abrazo del medio día,

y con sigo, convocar a esos arrebatos del sol

por verlo a uno molesto,

un poquito disgustado,

discutiendo con justa razón esos descontentos del

¿por qué? de un destino

que uno mismo se empeña en cultivar;

 

Y luego de unas horas,

verlo a uno más tranquilo por haber ganado,

como en todas las tardes campesinas,

la contienda contra los minutos incendiarios…

¡eso sí es un privilegio!

 

Y al final de todo esto ¡es tan bonito

regresar cansado a ese banquillo!

 

Girar las manecillas hacia el poniente,

apuntar al occidente de la tarde

con la mirada agónica y perdida,

y reposar el tinto en nuestra diestra,

y en nuestro oído la ronca melodía

de algún bolerito enamorado.

 

Chavarro.C