Con gran entereza sus sueños tejía;
brillando en su frente el rayo del triunfo
que fuera la meta de toda su vida;
llevando en el alma principio impoluto.
Con aire sereno, con noble sonrisa,
jamás un problema su paso detuvo;
y nunca los miedos en su alma cabían
vibrando su temple con fuertes impulsos.
Igual que los mares, y sus embestidas,
llevaba en su pecho del Maya el escudo;
cuzando el camino sin dudas mezquinas.
Decía que el hombre que mira al futuro,
alcanza sus sueños, con fe desmedida;
llevando en su alforja de honor el orgullo.
Autor: Aníbal Rodríguez.