Las manos de la desgracia asfixian
la geografía.
El sauce llora en la nieve
le han agotado su piel.
Tiene escalofrío… lo asedia la fiebre
perdió el apetito
se acerca a la muerte.
La inconciencia echa todo al vacío
sin importar lo que la ciencia diga,
porque le atañen más sus colmillos…
que el hambre de un incauto “cuartel”.
El cáncer grita ¡Yo... tengo la cura!
y el “mago” juzga que es un hereje
y que está al borde de la locura.
El dispensario le abre las puertas,
al indigente que ya agoniza
y el verdugo en su herbolario
hábilmente lo decapita.
Para la “ciencia” el cementerio
y por la pobreza, quizás el “cielo”.