Desoladas pasan mis horas,
como estrellas finitas
que parpadean y
que aborrecidas en desconsuelo,
el final de su plazo desean.
Como el ciprés que pretende en
larga escala subir al cielo, así
mi espíritu gastado, sin ilusión
se calma, de saber que
serena la muerte llega.
Abrasado vive mi tiempo,
el tiempo que camina,
que ríe y que llora,
y se lamenta cuando
la soledad, le procura
una nueva aurora.
Cansada mi alma,
como niño que corre
trotando a la mañana.
Cansado y funesto el corazón
en cuya única esperanza,
es que se apaguen
su voz y sus ansias.
Derretido mi pensamiento,
como el rayo primero roza y
funde a la débil gota de rocío
que durmiente y fría reposa.
Como el sol se atisba
sobre el Crepúsculo olvidado
que el horizonte le cobra,
mi ilusión así se apaga y
agotada su fortuna llora.
Pronta la meta quisiera,
para que sean
sus pasos últimos,
el descanso parco y profundo
que por soledad espera.