Cuando el amor va muriendo
poco a poco se desliza
como se escurre la brisa
cuando invierno va cediendo.
Su vigor va decayendo
cual la corriente del río
cuando calienta el estío
con su sol tan inclemente
quedando tan solamente
gotas de pena y de hastío.
Del amor sus tempestades
cual vela se va apagando
y en el alma va quedando
recuerdos y ansiedades.
Se nos vuelven vaguedades
los más hermosos momentos
bordados con pensamientos
de esperanzas y alegrías
que ofrecieron armonías
a sublimes sentimientos.
Los sueños son ilusiones
entre nubes y ventiscas
y se vuelven areniscas
las más floridas pasiones.
Se pierden las emociones
de aquella dulce mirada
que fuera gran llamarada
llena de regios anhelos
que dibujaban los cielos
de romántica alborada.
Y las frases amorosas
se convierten en murmullos
sin el calor del arrullo
que hace volar mariposas.
Aquellas horas grandiosas
de delirios y promesas
se vuelven tristes pavesas
cuya flama ya no quema
convirtiéndose en poema
empapado de tristezas.
Y queda en el alma inscrita
la huella de aquel delirio
que cual perfumado cirio
nuestras venas las agita.
Mientras el alma medita
escuchamos en la mente
esa nota vehemente
de la pasión tempestuosa
que divina y voluptuosa
fue de amor bella simiente.
Autor: Aníbal Rodríguez.