Con las venas abiertas
le dedico una canción
a los gatos que ronronean
colgados de los techos
para probar su equilibrio.
Los cubro con lapislázuli
y me hinco de rodillas ante ellos,
les recuerdo que fueron dioses
en el antiguo Egipto.
Levanto mis brazos al cielo,
se han quedado quietos,
dispuestos a fingir que me creen.
Con las venas abiertas
hablo incoherencias,
murmuro palabras
y me desplomo ante sus patas.
No me socorrerán.
Para fortalecer su equilibrio en los tejados
lamerán mi sangre cuando ya no me mueva.
A los gatos siempre les ha gustado
representar a los dioses.
No les importa el lugar.