Josefina Barreto

LILITH

Te formaron del polvo, fuiste tú la primera

que llegó al paraíso, dicen, antes que Eva.

Eras la amada, ardiente, como la madrugada,

como el primer lucero, hermosa y altanera.

 

Ese inicuo varón no supo conformarse

con medrar a tu lado, entender que eras libre;

tú eras hija de Dios delicada y sensible;

pretendió ser tu amo, intentó doblegarte.

 

Rebelde, renunciaste; el Edén no era nada

si pretendían, acaso, arrancarte las alas.

Al Altísimo entonces invocaste, indignada

y tu historia cambiaste, te volvieron malvada.

 

Más allá del Mar Rojo escondiste tu anhelo;

entre cuevas oscuras y aves de rapiña,

con hienas y chacales merodeabas en riña

cuando aquellos lograron expulsarte del cielo.

 

Hoy las sierpes te visten; tu roja cabellera,

cual fuego del infierno, a los hombres enciende.

Pero temen nombrarte, el misterio te envuelve

y una trampa les tiende tu lujuria hechicera.

 

Muchos son los horrores que de ti se difunden:

que al ingenuo mancebo aniquilas su hombría,

que arrebatas sus críos con tus garras de arpía

a las Evas actuales, y el terror les infunden.

 

De tu nombre hace escarnio quien no puede entender

Que tu esencia perdura hasta el fin de los días.

Quien pretenda encontrarte, que interrogue a Isaías,

¡Oh, Lilith! la innombrable, la primera mujer.