Ella entró en mi corazón, dejándome en él su huella, se enfrentó a mi cerrazón
la dama y pudo con ella.
Yo bendigo la ocasión
que tuve de conocerla,
pues tengo la convicción
de estar viviendo por ella.
Viví una rara experiencia,
que fue casi un sinvivir,
y, reo de la inconsciencia,
no fui capaz de sentir
la mano de otra doncella
que quiso mi mano asir,
para llevarme con ella,
aunque hubo de desistir.
Sé que, aunque no lo deseo,
volverá, tarde o temprano,
a asirme, como un trofeo,
con su descarnada mano.
Xabier Abando 03/12/2021