La soledad es la morada de los sensibles... (de los poetas),
que se regocijan en la armonía del silencio,
que se nutren de la compañía de sus equivalentes…
deambulando por el abecedario,
intentando musicalizar versos,
pretendiendo esbozar con palabras…
eso que el alma siente,
eso que al corazón le inquieta…
y hace que palpite aceleradamente.
Todo eso que no se toca…
que no tiene explicación…
pero que se manifiesta,
y te altera,
y te provoca…
te arrincona a la angustia,
y se atraviesa como un nudo en la garganta,
como un vacío en el vientre,
una desesperada ansiedad…
que te quita la calma,
que te genera impaciencia.
Esa experiencia indefinible que nos llena de inquietud,
y en un instante…nos eriza la piel,
nos quita el aliento,
nos pone contentos y nos roba sonrisas,
y también nos saca lágrimas…que hasta terminan en llanto…
de cuando en cuando.
La soledad es el paraíso de los reflexivos,
que encuentran chispazos de alivio en medio del dolor,
que tropiezan con fragmentos de amor…que parece que sanan,
y a veces reposan en el lecho del sosiego…
suspendiendo los efectos de la tristeza.
La soledad y el silencio se fundieron conmigo,
como aliados entrañables de mi rutina,
como inseparables amigos de mi nostalgia…
incondicionales iguales de esta atroz melancolía…
que día a día me va extremando la fe,
me va apagando las ganas,
me va extinguiendo de a poco…
y así…me va convirtiendo en nada.
Me desvanecí en el tiempo…
se va apurando el destino.