En tiempos de Vespasiano
en setenta antes de Cristo,
nunca estuvo mejor visto
construir un circo romano;
Tito echó la última mano
para terminar con la obra
que hoy a todo el mundo asombra.
Pero por aquellos tiempos
repletos de contratiempos,
para muchos fue una sombra.
Fueron cien días festivos
para su inauguración,
donde no faltó emoción
en quienes quedaron vivos;
aunque salieron altivos
los que no participaron,
y hubo quienes se salvaron
de competencias, tormentos,
al soplarle buenos vientos
y fue así que no expiraron.
Se troncharon muchas vidas
con eso de “pan y circo”,
lo dijo así Tracio Mirco
por tantas almas perdidas.
Se abrieron muchas heridas
y quedaron sinsabores,
más siguieron los dolores
durante muchos más años,
haciendo sentir extraños
a cristianos perdedores.
En sus arenas adversas
sucumbieron gladiadores,
animales... los mejores
y oposiciones diversas;
políticas, religiosas,
y de vida indiferente,
al estado omnipotente
que muy rudo castigaba
a quien no lo respetaba
o pensaba diferente.
Quinientos años no obstante
se utilizó el Coliseo,
hasta que entró en desaseo
por manoseo constante,
y un imperio muy errante
que fue perdiendo la gloria
según nos cuenta la historia
a la que estoy dando cuerpo
… y si surge un contratiempo
es por mi mala memoria.
Jorge Horacio Richino
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