Rafael Huertes Lacalle

A LA CERVEZA

 

 

Mira como se me pone

la piel cuando lo recuerdo

me invitaste a cerveza

y como escarpias el vello.

La escarcha de aquella copa

era de tan frío intenso

que asiéndola entre mis manos

abatió palmas y dedos.

 

En la sombra, aquel día

cuarenta grados en cuerpo.

La garganta era un nudo

estéril de algodón seco.

Me devolviste la vida,

no pensé que fuera cierto,

pero ese trago ansiado

fue como la lluvia del cielo.

Tu fuiste el dios Yjave y ella

como maná en el desierto.

Un hálito fresco y amargo

recorrió todo mi cuerpo,

una sensación intensa,

un orgasmo placentero.

 

¡Oh tú!, “birra” prodigiosa

de extracto a lúpulo fresco,

amarga, rubia y ligera; o,

“beer” dorada por reflejos

con suave atractivo ámbar 

y un fuerte aroma intenso;

u, oscura malta tostada

“bier “ de color caramelo;

elaborada con largo

o con un corto fermento;

¡Lager, Ale, o de trigo

agitas al mundo entero!.

Al mismísimo Satán

sacarías del infierno,

quizás, no con una caña,

pero si tras cinco tercios.

 

Preso por la Inquisición

y juzgado por blasfemo

¡yo te santificaría

aunque nunca hayas muerto!

Ni El Mismo, en su Divina Obra

tuvo tal tino y acierto.

 

¡Oh, santa cerveza fresca!

en caña, maceta o tercio;

en tertulia con amigos;

en atardecer de ensueño

con el cielo ensangrentado

con el día sucumbiendo,

a la orillita del mar

bajo el ancho firmamento;

con el amor de tu vida

fundidos en un gran beso…

 

¿Por qué tanto afán en Edén?,

siendo el paraíso eterno

saborearte trago a trago

estando tu cuerpo freso.

 

14  diciembre de  2.021

Rafael Huertes Lacalle