¿Recuerdas esa tarde, la tarde que nos dimos
la dulce y tierna esencia del infinito amor?
¡En medio de las rosas, la dicha conocimos
del mas grandioso ensueño, repleto de esplendor!
¡Aquella primavera, la gloria nos bebimos,
borrachos de ilusiones, mirando el gran color
de aquellas llamaradas, que juntos encendimos,
viviendo del deseo su más divino ardor!
¡Mas luego aparecieron mentiras espinosas,
que hieren las entrañas con dardos de impiedad;
y dejan negras huellas de pena cruel y ruin.
¡Y todas esas horas, sublimes y gloriosas,
que un día compartimos con tierna ingenuidad;
ahogan mi existencia de amargo y triste esplín.
Autor: Aníbal Rodríguez.