Siempre se ha hecho un altar para el amor
y se quiere mantener muy pulcro y lindo.
Cierto, se olvidan que, no hay altar sin flor.
Se pone todo el corazón: “en no me rindo”.
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Quieren perfumar el altar y buscan flores.
También, traen sollozos, penas y sonrisas.
El corazón en su ensueño, tiene sus dolores,
atolondrados, buscan las palabras precisas.
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Ingenuos y seducidos dejarán atrás lo esencial.
No hay amor que avance sin los dos amantes.
Y la dama enamorada debe creerse especial.
Él debe saber que no todo son los diamantes.
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La mujer enamorada quiere abrazar su ilusión.
Tarde llega a entender, el amante, sus deseos.
No hacerlo, es clavar en su corazón, un aguijón
y en su sentir, el amor de su amado, es su trofeo.
Ella, en su entrega sufre y necesita su consuelo.
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¡Él amante debe saber qué es: cóncavo y convexo,
porque el amor, lleva implícito, la cuantía del sexo!