Silvestr

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Mi madre metió un corazón en el congelador cuando era niño, no he sabido nada de él desde entonces. Paso el tiempo y me enteré que a ese congelador lo enviaron a Rusia, ni siquiera me importa. Seguí caminando por las calles de los treinta caballeros; beber y fumar sin límites era lo de cada fin de semana, hasta que la ausencia tocó la puerta de la azotea. Me fui a dormir un rato... 

Cuando desperté, me encontré en una pequeña cancha de futbasquetvoleibol; con el sol a todo lo que da (ya que era verano) caminé con cautela, cada paso era un esfuerzo mayor que el anterior. Así anduve por tres semanas, dando vueltas en ese árido pero acogedor lugar, buscando algo ausente por mucho tiempo. No encontré eso, sin embargo me llevé algo muy preciado que hasta la fecha tengo, experiencia. No soy tan loco como creía ni tan cuerdo como se tiene que ser, pero eso no significa juzgar a los demás por el simple hecho de tener hocico, ya que arrogantemente manifiesto que entré y salí sin ningún rasguño. Aquí sigo dando lata. 

Si me hubieras conocido lo tierno que era en mi infancia, tal vez el de la propuesta hubiera sido yo. Ya que no es así, esto es lo que hay.

Pd. Luchen por una nación mejor, las condiciones allí son gratas en el trato, pero no en el acondicionamiento de materiales. 

¡Ayuden a mis hermanas y hermanos!