Josefina Barreto

AMANECER

Mis dedos están dormidos,

la tinta se ha secado

y el papel, aburrido y desencantado,

se ha refugiado en una gaveta.

Mis manos ya no bailan abrazando la pluma;

la espuma se ha diluido en la taza de café.

¿Qué sucede? no lo sé,

hay algo de melancolía en el ambiente.

El espejo, burlón, me miente,

no me devuelve la sonrisa;

se ha empañado, tal vez, por la misma nostalgia.

¿A dónde se ha ido la magia? ¿volverá?

Tal vez le he infligido algún agravio sin percatarme;

¿podrá perdonarme?

Ya es muy tarde y no consigo dormir.

Morfeo se esconde, me esquiva, se burla de mí.

Miro por la ventana. Un satélite me engaña,

finge ser una estrella errante.

Qué tonta, por un instante le creí.

Y es que, sin los espejuelos,

apenas veo más allá de mis recuerdos.

Si, puedo verlos, pero no lo deseo.

Cierro los ojos de mi memoria,

paso la página y se evaporan, sin más.

Está amaneciendo,

un nuevo sol de consciencia me conforta

y me envuelve dulcemente

en sus rayos de paz.