Moscú, ¡ciudad de contrastes!
Plaza Roja, no tanto por su color
sino por la belleza que encierran
su interior y todo su derredor.
Plaza vasta, fiel testigo de tu historia,
donde se abrazan una catedral
y un piramidal mausoleo,
junto a unas altísimas murallas
y a unos grandes almacenes.
Ahora, alzo los ojos y observo
grandes estrellas terrenales
doradas por el día, iluminadas por la noche;
cúpulas de oro que al cielo apuntan
como saetas de amor al Cristo venerado
mientras suenan en sus interiores
unos antiguos salmos cantados
por coros de dulces voces enamoradas
en armonía perfecta, perfectamente combinadas,
mientras los fieles permanecen de pie
durante horas interminables sin importarles nada
que no sea sentir a Dios dentro de su alma.