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**~Novela Corta - La Rosa Marchita - Parte IV Final~**

Y Lluvia observando desde su propia perspectiva y de un sólo sentido, cuando en el alma entristeció de espantos nocturnos cuando en un delirio delirante se aferró al sueño de querer casarse y sin menarquía. Si sus sueños se vieron truncados y se vió el mal común en un camino desolado, inerte y trascendental. Cuando en el universo oscuro se vió automatizando la espera y tan inesperada de creer en el mal camino pedregoso de espantos nocturnos cuando llegó la noche fría sintiendo el desafío inocuo de traer el delirio hacia una nueva aventura. Y de un soslayo Lluvia se siente como tan delicado es el tormento frío de creer en el combate de dar una buena esperanza en poder creer en el alma una sola verdad. Y en su intacta decencia se vió marcada de un sólo frío en que el instante Lluvia quería casarse con un galán de su vecindario. Cuando en el trance de la verdad se vió como un sólo instinto y tan caprichosamente inocuo como algo también trascendental. Y Lluvia teniendo en cuenta un sólo porqué desnudo de haber sentido en el alma una total verdad y una sola ansiedad de creer en el alma desesperada de dar con una ilusión y con el sólo reflejo de creer en el alma una sola ansiedad. Cuando en el alma de Lluvia se identificó en el convite una sola solución de dar con la única verdad de dar con la insinuación de creer en el alma una sola verdad. Si Lluvia se siente como el desenfreno de una luz opaca en dar con el sólo sentido de creer en el alma a cuestas de la verdad. Si en su afán de dar con el silencio, sólo Lluvia, quiso ser como el mismo dolor de creer de que llegará la menarquía antes de contraer nupcias. Y, así, tal vez, sea la forma y la manera de creer en el alma sintiendo lo más nefasto de un sólo todo y con la nada de una nada se vió atormentada de fríos nocturnos cuando en su delirio se aferró al frío de un sólo porqué y tan desnudo de ansiedades inocuas. Cuando en el alma se dió una forma de luz opaca de una trascendental y conmisero verano de atraer la misma sensación de creer en su alma devastada. Y de una mala situación se vió tan álgida y tan atrevida como en la vida una sola herida. Cuando, de repente, se vió forzada a sentir el silencio en su oír, cuando en el tiempo y más en el ocaso se vió aterrada al solo silencio, cuando en un momento se vió embriagada, sí, ebria, de deseos nuevos y de una mala situación en el alma, cuando el alma quedó como un fantasma inerte y frío. Y quedó Lluvia tan fría como el mismo hielo. Y pasando de un trance a otro y demostrando la ira insolvente de creer en el alma viva, pero, tan álgida como el deseo frío se horrorizó de un miedo y de un pavor devastador. Cuando en la vida de Lluvia se aferró al desenfreno frío en obtener en su vida la felicidad que más anhela Lluvia cuando en su afán de querer casarse se aterró al mismo frío en su piel mortífera de un sólo espanto. Cuando en su delirio y tan marcado se aterró al nefasto de todos los tiempos cuando al fin de la nada y de porqué su vida se aferró al más cruel tiempo. Cuando la rosa marchita quedó por siempre con un sólo color en el alma y fue de rojo color como el color carmín vivo de la misma sangre. Cuando en el ademán frío se vió el tiempo frenando el ocaso muerto de querer amarrar el alma a su propia vida. Y, en fin, su mala situación en amar toda su razón, cuando volvió el ocaso, muriendo el alma de Lluvia en un sólo instinto devastando la furia y la misma fuerza de querer casarse con Pedro o con Juan o con Joe. Cuando pensó en el mapa que realizó en su imaginación solamente pensó en Joe. Cuando en el delirio frío y automatizando la espera y tan inesperada, se vió marcando el frío en el mismo desafío en que se dió como el mismo desafío. Cuando en su mirada de luz y de luna fría como el nácar virginal se identificó como el mismo imperio de su intacta pureza y su insistencia en saber que su momento se enredó como el mismo soslayo de la mala naturaleza. Cuando en el momento se vió marcando la atracción fría de ver y de sentir en su piel, de fríos y de gélido tiempo y como el viento que hoy le roza en la piel, cuando en el ocaso frío se sintió como el mismo frío en la misma piel de un color en flavo. Cuando en el ocaso se siente como el mismo paraíso en converger en el trance de la verdad por sentir en el mismo instante en que se vé el ocaso, pero, tan frío. Y Lluvia como la lluvia mojando sus propios sentidos cuando en la lluvia su percepción vá más allá de la verdad. Cuando en su momento se vió frío y tan marcado la espera de creer en el trance mayor de dar con sus pensamientos una sola salida era poder casarse con uno de esos tres galanes. Y piensa en Joe, un americano de la edad de ella, pero, más alto que ella, cuando en el suburbio automatizado a la espera de esperar por lo inesperado, Lluvia creó en su imaginación que casarse con un americano le dolerá la cabeza por tanto y por tanto en querer aprender el idioma y tratar de hablar como él, aunque ella no entiende su lenguaje ella trató por una vez en la vida tratar de hablar con él. Y aunque no le dió más virtud exacta en querer casarse de blanco, sólo le dió en un fascinante juego de la bondad de su propia alma queriendo amarrar en el alma a su propio destino, pero, sin Joe. Y fingir el alma de Lluvia sólo se sintió desafiante, delirante y eficaz y sin una cruel herida, todavía. Y Joe el americano amigo de Lluvia, sólo siente en su coraje de niña, saber que su mundo se vió fría e inerte como tan cruel el desafío en escoger a Joe como un sólo americano en saber y que su exacto porvenir se siente como un pasaje de ida y sin vuelta. Y, sin más, regreso que el mismo imperio se vió Lluvia como la misma lluvia mojando sus sentidos desde que Joe no está presente en sus planes de niña de once años y sin menarquía. Y Lluvia sintiendo el freno de su alma consiguiendo el frío nefasto en su propia piel. Y se edificó el imperio en creer en la mayor salvedad con el mismo desafío de dar con el alma con una sola sonrisa. Cuando en el alma de Lluvia vé en Joe al americano bobo, tonto y lerdo cuando en su afán de su corazón se dijo que sí que era muy bueno, al fin y al cabo, cuando en su instinto se dedicó en cuerpo y alma a amar en verdad a la triste sensación que le da pensar en Joe. Cuando en el imperio sosegado en creer en su afán de tormenta se vió entristecida, esta vez, por la conmisera atracción de Joe hacia su propio instinto desolado, pero, fríamente muy planeado. Cuando en el delirio frío, Lluvia, creyó en ser como el ademán frío cuando en el alma se enfrío el único desastre en creer en el embate de dar con el alma fría. Y destrozando el triunfo dado de querer amarrar a sus deseos, otra vez, escucha la voz en su oído, que le dice -“escoge a Pedro”-. Y ella sin saber nada, ni imaginar de quién era esa voz, tan melodiosa, tan viva y tan eficaz en su certera certeza en escoger a un gordito para casarse Lluvia. Y no se dijo más, si Juan un “nerd”, inteligente, pero, no llenó sus expectativas de amor y por demás de sincera atracción en converger una relación tan precoz como lo que ella quiere. Aunque Juan era inteligente no le daba rienda suelta a la pasión y mucho menos a su esencia de mujer sin menarquía. Cuando en el trance de la verdad se aferró al desierto más real, cuando en el altercado frío se sintió como el alma sosegada e intacta e inerte como su corazón cuando mira a Pedro a los ojos, pero, sin saber que su corazón puede latir a más de setenta y dos pulsos por minutos. Cuando en su afán de virtud y de esencia fructífera se encerró el mal deseo de ver en su alma una luz opaca, pero, trascendental. Si Lluvia cree en su delirio frío y automatizando la espera tan inesperada, y de una gris tormenta se vió entristecida y llena de espantos inseguros. Cuando Lluvia no fingió el trance inadecuado, pero, translúcido de no dar falta a sus deseos, aunque, a ella no le falta una verdad tan fría como el juego de la pasión desnuda entre el amor y su instinto. Y Lluvia pensó, otra vez, en el mapa de sus pensamientos fríos y tan álgidos, y cómo escoger al amor de su vida aleatoriamente. Cuando, de repente, se vió aterrada y asustada y más que eso se vió horrorizada y de un susto nocturno cuando en su afán friolero se siente como el mismo desafío de tentar el perdón a toda costa con sus propios sentimientos. Y Lluvia en su delirio autónomo creó en su sentir un desenfreno y quiso, sí, casarse, siempre y cuando, su menarquía no llegara jamás sin casarse de blanco. Siempre y cuando, cuando en el alma quiso ser juvenil y con esa juventud de niña quiso ser como el mismo delirio frío y álgido de un viento que le roza hasta el alma. Y pensó e imaginó en escoger y sin amor a… y una voz en el oído, otra vez, en el oído, escuchando y a quien debía de escoger. Cuando en el tormento de creer en el alma se sintió Lluvia como el gran naufragio de creer en el alma fría de ella misma, si en el desenfreno de dar con la ilusión se aferró la misma caricia de dar con la salida fría con el escogido de ella. Cuando, de repente, se vió como el mismo imperio sosegado en una sola penumbra y de una sombra desértica cuando en su alma se vió el frío en escoger al amor en querer casarse Lluvia. Cuando, de pronto, se vió entre un altercado frío y desolado, y una reyerta en soledad cuando su fin le llegó en escoger o seleccionar al caballero de sus sueños. Si esa misma noche se hizo magia cuando su madre le había hablado de todo y de la menarquía, cuando Lluvia yá estaba preparada para todo. Y en ser mujer con la menarquía no le convenía a ella, sin poder mantener intacta al matrimonio llevando por siempre en ella la rosa roja marchita entre sus piernas. Y deseando abrir en silencio su instinto, Lluvia, le dice a su madre lo que sólo pretende ella, sin que le llegara la menarquía. Cuando en el trance de la verdad se vió aferrada a su sola situación de niña empedernida, cuando Lluvia como la lluvia vá mojando sus sentidos. Y se dice ella que el cielo se hizo rojo como el atardecer o como el flavo color en el ocaso y fue que la rosa roja marchita llegó entre sus piernas dejando estéril el corazón. Y, sí, Lluvia como una mujer de tan sólo veinte años se vió feliz casándose en un ocaso lleno del rojo atardecer como aquella rosa marchita entre sus deseos de niña y se casó, sí, y con un tal Pedro. Y todo porque la vida como es vá y como vá es. Y la voz le dijo en voz baja y en el oído que, acertó su corazón cuando la vida es así. Y esa noche de lluvia Lluvia se hizo mujer y no como la menarquía, sino como toda mujer, y como la rosa marchita no marchitó jamás, si después de diez lustros es Lluvia quien escribe todo ésto. 



FIN